23/5/08

Carta al Jefe Blanco

Este documento se escribió hace más de cien años, concretamente en 1855. Su autor es Seatle, jefe de la tribu de los Dwamish, que entonces ocupaban los territorios que hoy forman el estado norteamericano de Washington. Esta carta estaba dirigida al entonces presidente de los USA, Franklin Pierce, y era la respuesta a la oferta de su gobierno de adquirir las tierras de los Dwamish.

" El gran caudillo de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El gran caudillo nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta cortesía, pues conocemos la poca necesidad que tiene de nuestra amistad. Queremos considerar la oferta, pues sabemos que, si no lo hacemos, pueden venir los hombres de piel blanca para quitarnos las tierras con armas de fuego. Que el gran caudillo de Whasington confie en la palabra del jefe Seatle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.

¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, o el calor de la tierra? Se nos hace extraña esta idea. No son nuestros la frescura del aire, ni la transparencia del agua. ¿Cómo podrían ser comprados? Lo decidiremos más tarde. Habríais de saber que mi pueblo tiene por sagrado cada pedazo de esta tierra. La hoja brillante, la playa arenosa, la niebla en la oscuridad del bosque; el claro en mitad de la arboleda y el insecto zumbante, son sagradas experiencias y memorias de mi pueblo. la sabia que sube por los árboles trae remenbranza del hombre de piel roja.

Los muertos del hombre de piel blanca olvidan su tierra cuando emprenden su viaje entre las estrellas. Nuestros muertos nunca se alejan de la tierra, que es la madre. Somos un pedazo de esta tierra, estamos hechos con una parte de ella. La flor perfumada; el ciervo, el caballo, el águila majestuosa; todos son nuestros hermanos. Las rocas de las montañas, el jugo de la hierba fresca, el calor corporal del potro; todo pertenece a nuestra familia.

Por eso, cuando el gran caudillo de Washington nos dice que nos quiere comprar las tierras... es demasiado lo que nos pide. El gran caudillo quiere darnos un lugar para que vivamos todos juntos. Él nos hará de padre y nosotros seremos sus hijos. Hemos de meditar sus palabras. No es fácil, pues las tierras son sagradas. El agua que salpica de nuestros ríos y marismas no es solamente agua, es la sangre de nuestros antepasados. Si os vendiésemos estas tierras, habríais de recordar que son sagradas, y tendríais de enseñar a vuestros hijos que lo son y que los reflejos misteriosos de las aguas claras de los lagos narran los acontecimientos de la vida de mi pueblo. El rumor sordo del agua es la voz de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos, porque nos liberan de la sed. Los ríos arrastran nuestras canoas y acunan a nuestros hijos. Si os vendiésemos las tierras, tendríais que recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son hermanos nuestros... y también vuestros. Tendríais que tratar a los ríos con buen corazón.

Demasiado bien sabemos que el hombre de piel blanca no puede entender nuestra forma de ser. Tanto le hace un trozo de tierra que otro, porque como es un extraño que llega de noche a robar de la tierra lo que necesita. No ve a la tierra como una hermana, sino más bien como una enemiga. Cuando la ha hecho suya, la desprecia y sigue adelante. Deja tras él las sepulturas de sus padres y no parece lamentarlo. No lamenta despojar a la tierra de sus hijos. Olvida la tumba de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a la madre tierra y al hermano cielo como si fuesen cosas que se compran y se venden; como si fuesen ganado o baratijas. Su hambre insaciable devorará la tierra, y tras él solamente dejará un desierto...

No lo puedo entender. Nosotros somos de una manera de ser muy diferente. Vuestras ciudades hieren los ojos del hombre piel roja. Quizá sea así porque el hombre de piel roja es salvaje y no puede comprender las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre de piel blanca; ningún lugar donde se pueda escuchar en Primavera el nacer de las hojas, o el frotar de las alas de un insecto. Quizá me lo parece así porque soy salvaje y no entiendo bien las cosas. El ruido de la ciudad es un insulto para el oído. Y me pregunto: ¿qué tipo de vida tiene el hombre cuando no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza, o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la charca? Soy hombre de piel roja y no puedo entenderlo. A los indios nos deleita el ligero rumor del viento acariciando la cara de la aurora, y su olor tras la lluvia del mediodía, que trae la fragancia de los abetos.

El hombre de piel roja es conocedor del valor inapreciable del aire, pues todas las cosas respiran su aliento: el animal, el árbol, el hombre. Pero parece que el hombre de piel blanca no siente el aire que respira. Igual que un hombre que lleva días agonizando y que es incapaz de sentir su fetidez. Igualmente si os vendiésemos las tierras, tendríais que tener en cuenta de qué manera amamos al aire, porque el aire es el espíritu que infunde la vida y todo lo comparte. Si os vendiésemos las tierras, tendríais que dejarlas en paz y mantenerlas sagradas, para que fuesenl un lugar donde incluso el hombre de piel blanca pudiera saborear el viento endulzado por las flores de la pradera.

Queremos considerar vuestra oferta de comprarnos las tierras. Si decidiésemos aceptarla, tendré que poneros una condición: que el hombre de piel blanca mire los animales de esta tierra como hermanos. Soy salvaje, pero me parece que ha de ser así. He visto búfalos a miles, pudriéndose abandonados, en las praderas, el hombre de piel blanca les disparaba desde el caballo de hierro sin detenerse. Yo soy salvaje y no entiendo por qué el caballo de hierro vale más que el búfalo, pues nosotros lo valoramos mucho. ¿Qué es del hombre sin los animales? Si todos los animales desapareciesen, el hombre tendría que morir con gran soledad en el corazón. Pues todo lo que les sucede a los animales, pronto le sucede también al hombre. Todas las cosas están ligadas entre sí.

Tendríais que enseñar a vuestros hijos que el suelo que pisan es la ceniza de sus abuelos. Respetarán la tierra si les decís que está llena de la vida de vuestros antepasados. Hay que hacer que vuestros hijso sepan, igual que los nuestros, que la tierra es la madre de todos. Que de cualquier mal causado a la tierra sufren sus hijos. El hombre que escupe a la tierra, se está escupiendo a sí mismo.

Hay una cosa de la que estamos seguros: la tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida, pues el mismo no es sino un hilo de ella. Está buscando su desgracia si osa romper esa red. El sufrimiento de la tierra se convierte a la fuerza en el sufrimiento de sus hijos. De eso estamos seguros. Todas las cosas están ligadas como la sangre de una misma familia.

Incluso el hombre de piel blanca, que es amigo de Dios y se pasea con él y le habla, no podrá huir de nuestro destino común. Quizá sea verdad que somos hermanos. Ya veremos. Sabemos algo que quizá algún día descubráis vosotros: que nuestro Dios es el mismo que el vuestro. os pensais que quizá tenéis poder por encima de Él y entonces queréis tenerlo sobre todas las tierras, pero eso no puede ser. El Dios de todos los hombres se compadece tanto de los de piel blanca como roja. esta tierra es muy preciada por su Creador, y estropearla sería una gran ofensa. Los hombres de piel blanca también sucumbirán y quizá antes que el resto de las tribus.

Si ensuciáis vuestra cama, cualquier noche moriréis sofocados por vuestros propios excrementos. Pero veréis la luz cuando llegue la última hora y entenderéis que Dios os condujo a estas tierras y os permitió su dominio y la dominación del hombre de piel roja con algún propósito especial.

Este destino es verdaderamente un misterio, porque no podemos comprender qué pasará cuando los caballos hayan perdido la libertad; cuando no quede ningún rincón en el bosque sin la pestilencia del hombre y cuando encima de las verdes colinas tropiece nuestra mirada, por todas partes, con la telaraña de los hilos de hierro que llevan vuestra voz.

¿Dónde está el bosque espeso? Desapareció. ¿Donde está el águila? Desapareció... Así se acaba la vida y empieza la supervivencia...

Atentamente,

Seatle, jefe de la tribu de los Dwamish

2006. Alfonso Paredes Aguirre

Desbordamientos de letrinas en plena ciudad

Varias familias residentes en la barriada Jesús Nazareno de Santiago denunciaron que cada vez que llueve fuerte las casas y los patios se les inundan con heces fecales de las letrinas que existen en la comunidad, por lo que llevan muchos años en esta lucha sin respuestas para acabar con esta zozobra.

Comentaron que se vieron obligados a romper la carretera de asfalto para abrir un canal y colocar un tubo para conectarse al sistema de alcantarillado que pasa cerca y acabar con el problema de los desbordamientos de las letrinas que con los primeros aguaceros se llenan dejando un ambiente pestilente que pone en riesgo la salud de las personas sobre todo de los niños.

Los moradores afectados dieron a conocer que el sistema de alcantarillado pasa cerca de la mayoría de las calles, sin embargo, lo que hacía falta era conectar un tubo para que el resto de las viviendas coloquen sus sanitarios y se eliminen las letrinas que están perjudicando a las personas cuando se desbordan.

Miguel Ángel Bonilla dijo a este medio que las tuberías y las conexiones fueron conseguidas a través del maestro Gonzalo Adames, que pareciera que es el único funcionario que no los ha abandonado.


PELIGRO
Las condiciones ambientales en este sector céntrico de la ciudad de Santiago son cada vez más peligrosas para la salud de las personas, según los propios habitantes, por la cantidad de letrinas que se desbordan cuando llueve; aparte de ello, una zanja madre que lleva la descarga del sistema de alcantarillado despide fuertes olores.

Bush a las letrinas de la historia

El sábado 10 de mayo, en el programa de “Aló Presidente”, el primer mandatario venezolano Hugo Chávez se refirió a los últimos acontecimientos en la política internacional y denunció las presunción del gobierno colombiano de impulsar una guerra en Sur América. Planteó que Uribe pretende seguir las órdenes de su amo para consolidar el poder de los EEUU en la región, ya que a “Bush se le termina su periodo y está preocupado en que se va a ir a las letrinas de la historia”.

Es claro, en América Latina se va demostrando un desarrollo de la conciencia de los pueblos en contra de las políticas guerreristas que impulsa la administración de George W. Bush; los trabajadores se levantan en todas partes del mundo, inclusive en los EEUU, para rechazar las acciones de las águilas norteamericanas. El imperialismo de los Estados Unidos buscando todos los mecanismos para tratar a toda costa de remachar las cadenas de sometimiento en la región, impulsa la pomposa prédica de la guerra preventiva en esta parte del continente.

ADELANTARNOS A LA UTOPIA


TRIBUNA: Premio Príncipe de Asturias de las Artes GUSTAVO DUDAMEL
Adelantarnos a la utopía

GUSTAVO DUDAMEL 22/05/2008

Siempre pensé que la música era algo misterioso. En mi casa de Barquisimeto me intrigaban todos los sonidos, de manera natural, como lo que siente un niño a la hora de acercarse a lo inexplicable. Mi padre, que es músico y ha trabajado siempre en el sistema de orquestas de Venezuela, comenzó a desentrañar ese lenguaje extraño y, al final, logró que la música se encendiera en mí.

A los cinco años entré en mi primera orquesta. Quería tocar el trombón, pero el brazo no me alcanzaba, así que lo cambié por el violín. Nuestra sede estaba en casa de Dora Lisa Medina. Era un edificio colonial de principios del siglo XX, como de cuento, un lugar perfecto para aumentar los misterios. Allí también había estudiado el maestro Abreu, con la misma Dora Lisa, así que desde el principio nos unió un vínculo indestructible.
Él había creado ya el sistema que ayer fue reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes y no tardé en conocerle. Nos visitó y le ofrecimos un concierto. Años después, tuve el atrevimiento de pedirle que escuchara una pieza que yo había compuesto. La escuchó y poco después me propuso que me convirtiera en director de la orquesta infantil. Tenía 16 años y aquello ya era un sueño. Después me fui a Caracas y él se encargó de mi formación. Aquello que para mí era algo mágico cobró sentido. Con el maestro, una de las primeras cosas que aprendí es que el futuro ya ha sido, que es al mismo tiempo pasado y presente, que está ocurriendo ante nosotros y que si no lo atrapamos, lo perderemos. Debemos adelantarnos a las utopías. Con Abreu y con hombres como él resulta sencillo entender eso. Pensar que son posibles, que las vamos construyendo día a día. Así es como él comenzó, sin medios, y hoy ha logrado un sistema que agrupa a 270.000 niños y jóvenes a los que ha dado una guía, un sentido, a los que ha salvado con la música.
Hablar con el maestro Abreu es como tratar con un libro, en él reside una sabiduría infinita. No sólo me ha enseñado el camino de todos los sonidos, engrandecer aquello que me intrigaba de pequeño. Me ha llevado de la mano, línea a línea, por la vida. Él no concibe una existencia propia, la ha hecho nuestra. Somos un universo: los niños que nos formamos allí, los que aprenden ahora y los adultos que salieron de entre aquellas sillas y aquellos atriles. Un mundo en el que cada conocimiento individual no cobra sentido si no es para el grupo, para el sueño común. Un sueño que Abreu nos inculcó y de cuya grandeza nunca lograremos ser verdaderamente conscientes. Son premios como el Príncipe de Asturias de las Artes los que nos hacen darnos cuenta del alcance y de la importancia que ese anhelo, esa visión, tienen para todo el mundo.
Gustavo Dudamel es director de orquesta.