26/3/08

BILLY EL NIÑO

Por Guzmán Urrero Peña
Como punto de partida, conviene señalar que Billy el niño, protagonista de la novela de Sender (1965), ha merecido una copiosa bibliografía que abarca narraciones ficticias, ensayos e incluso memorias como las hilvanadas por Pat Garrett, agente de la ley, aventurero y ejecutor de Billy. En la generalidad de los casos, estas creaciones se caracterizan por lo que comúnmente llamamos folclore del Oeste americano. Esto puede verse con mucha claridad al observar la actitud del cine frente a la memoria épica del personaje, un tono que también se advierte en canciones e incluso en obras orquestales como el famoso ballet de Aaron Copland.

En la persona de Billy se encuentran los grandes tópicos del melodrama y las múltiples fantasías que frecuenta el folletín aventurero. Como los bandoleros andaluces y otros héroes de romance, el joven pistolero sufrió las injusticias de la segunda mitad del siglo XIX. Empujado al peligro tras ser acusado injustamente de robo, fue cuatrero antes de unirse al grupo del ranchero inglés John Tunstall, y con esa compañía, participó en la guerra del condado de Lincoln, durante la que se decidió parcialmente el control de la tierra en Nuevo México. Todo este cúmulo de antecedentes queda enriquecido con su etapa como ladrón de ganado y en particular, con la tragedia de su muerte, a manos del sheriff Garrett.

La novedad propia de la recreación senderiana es que lo hispano desempeña un papel esencial en el desenvolvimiento del relato. Entre otros autores, lo resalta el profesor Juan Espadas en su artículo «El lugar de El bandido adolescente en la mitología de Billy the Kid». A juicio de Espadas, uno de los motivos por los que el escritor se interesó en el personaje «es porque en siete ocasiones diferentes en sus viajes por Nuevo México le enseñaron un cráneo de Billy». El carácter más acusado en este nivel es que dicho aventurero, como muchos otros anglohablantes en aquel periodo, «hablaba bien el castellano neomexicano y parece que se dirigió a Pete Maxwell en castellano antes de su fatídico encuentro con el colt de Garrett. Es igualmente verídico que los mejores amigos y más ardientes defensores de Billy eran los neomexicanos». Nos encontramos, pues, al final de la larga evolución del género del Oeste —el llamado western en inglés—, cuyos frutos cinematográficos y literarios conforman una épica que, gracias a Sender, comienza a tener color sureño, costumbres mejicanas y aire hispano.

No se trata de un folclore exótico y postizo, como el que ideara el escritor Johnston McCulley en los folletines de «El Zorro», sino un verdadero mestizaje, realista y ceñido a los hechos, guiado por direcciones muy oblicuas del cordel cultural de Nuevo México. En este estadio, el acierto de Sender es claro, pues, como indica Espadas, «va mucho más allá que cualquier otro biógrafo o historiador, llegando incluso a hacer a casi todos los personajes semihispánicos: Billy mismo, a quien su madre le recordaba que como irlandés tenía sangre hispana» (en Ara Torralba y Gil Encabo, eds., El lugar de Sender, p. 549).

Más avanzado el análisis, y teniendo en cuenta las oscilaciones vividas por el personaje en el transcurso de su vida, no se oculta el sentido de la acción que refleja Sender. Porque El bandido adolescente es una excelente novela de aventuras, rítmica y llena de lances inesperados, que se nutre de peripecias inauditas sin perder en ningún momento su rigor histórico. El lector que dispone de sus páginas puede imaginar un Oeste destinado a proporcionar evasión, y también, alejando el tópico, zambullirse en un periodo tumultuoso, entrecruzado de lenguas y culturas, cuyos habitantes indican cierta sintonía con las razones morales de nuestro tiempo.

Mediante una prosa eficacísima, amena como pocas, Sender encara las correrías de Billy teniendo en cuenta los mecanismos gratificadores que se advierten en las buenas novelas de aventuras. Pero a este héroe de masas, lanzado al crimen por vengar un insulto a su madre, también lo refleja más allá de la leyenda, destacando la hondura de sus crisis y el significado profundo de su personalidad.

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